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Nahumita

La disciplina

PADRES E HIJOS 1: LA DISCIPLINA 

Que los niños necesitan un cierto grado de disciplina, es algo que espero que nadie se atreva a negar; el problema está en saber hasta qué punto debemos ser rígidos o flexibles ante las acciones y demandas de nuestros hijos.

El grado de autoridad que impongamos a nuestros hijos, variará según las circunstancias del momento y del entorno, pues no seremos igual de rígidos con ellos a la hora de hacer los deberes, que cuando acabamos de recibir la visita de unos familiares, pero siempre  habrá una serie de cosas que nuestros hijos sepan que no deben hacer.

Lo que debemos evitar a toda costa es que nuestro estado de ánimo acentúe o modere la rigidez con la que tratamos a nuestros hijos. Imaginemos dos situaciones contrapuestas, (pero igual de incorrectas), de la autoridad de los padres: El niño tiene un comportamiento muy maleducado, pero el padre o la madre están con unos amigos y no quieren “aguar la fiesta” reprimiéndole, así que optan por “reírle las gracias”.

Segunda situación: Los mismos padres llegan a casa cansados y se ven superados por los gritos y las energías de los niños; reacción: Los gritos, los malos modos o incluso, la bofetada.

Los padres debemos tener muy claro que la disciplina ha de ser moldeada según el contexto, pero sin llegar nunca a desaparecer. Y debemos repetirnos constantemente que el estado de ánimo del progenitor, NUNCA ha de influir en la formación de nuestros hijos.

Desgraciadamente, suele pasar que los padres incumplimos esta norma tan básica; si somos conscientes de que la hemos transgredido, debemos transmitírselo al niño. Es bueno que sepa que sus padres no son perfectos y lo que es más importante, es estupendo que los hijos vean que sus padres saben reconocen sus errores y  disculparse de ellos. Si queremos que nuestros hijos sepan perdonar y pedir perdón, que sepan   reconocer y corregir sus errores, no esperemos que lo aprendan “en el colegio” o por “ciencia infusa”, lo han de aprender en  la mejor de las escuelas, en su familia.

De igual forma, si deseamos que nuestros hijos tengan un comportamiento recto, es mediante nuestro propio ejemplo la forma en la que podremos conseguir hacer de ellos unos hombres y mujeres “hechos y derechos” para el día de mañana.

No debemos caer en la tentación de creer que con cariño y “dejándoles hacer”, se van a convertir en muchachos con mucha “iniciativa y capacidad de decisión”.Nuestros hijos necesitan que les guiemos ante la vida, no nacen enseñados. Su capacidad de reconocer lo que es bueno o malo, radica en el comportamiento que perciben en su entorno, es decir, en su familia, en la escuela, en sus amigos, en la televisión... La disciplina es pues, el camino que trazamos para que, desde sus primeros días de vida, los niños desarrollen a través de las pautas o normas de comportamiento que les imponemos, sus capacidades de discernimiento ante las disyuntivas que la vida les va a ir presentando. Cuanto más conscientes seamos de ello, más claro y nítido será el camino que les marquemos y más difícil será que caigan en desviaciones como pueden ser la droga, el sexo fácil o la indolencia.

 

Pero lo que  sí que es cierto, que no puede haber disciplina sin entrega y amor de los padres, la disciplina NUNCA es una forma de dominar a los niños para que no molesten, la disciplina es el camino en que la dedicación y el amor de los padres encuentran el marco perfecto para hacer razonar al hijo.

 

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