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Nahumita

Contra el Estado totalitario moderno: Subsidiaridad y vida social

Una sociedad viva se estructura y se organiza en cuerpos de poder intermedios entre el individuo y el Estado. La función de ese Estado es la de proteger y potenciar el dinamismo de ese tejido social, legislando en su provecho, creando así un marco de libertades que permitan el desarrollo de todas y cada una de las facetas de sus individuos,  tanto físicas como espirituales.

 

Cuando un estado legisla en contra de esos cuerpos intermedios, está legislando en contra de la sociedad en sí misma, convirtiéndose en una losa que tiende a aplastar las libertades individuales, limitando la capacidad asociativa de sus ciudadanos e impidiendo el completo florecimiento de las capacidades de sus súbditos.

 

La Doctrina Social de la Iglesia Católica, defiende la necesidad de la limitación del poder del Estado frente al individuo, considerando que el fin último de toda sociedad, no puede ser otro que el de servir de marco para el correcto desarrollo de sus integrantes.

 

La D.S.I. considera que una sociedad sana tenderá a cubrir sus necesidades mediante su tejido asociativo, siendo obligación de los gobernantes, en una correcta aplicación del “Principio de Subsidiariedad del Estado”, crear el marco legislativo que permita el libre crecimiento de dicho tejido, limitándose a incidir únicamente en aquellos segmentos sociales donde sus súbditos hayan sido incapaces de cubrir las necesidades existentes.

 

El Estado actual, usurpa funciones que pertenecen al tejido social, cuando limita la libertad de las familias en su derecho a elegir un colegio y una educación determinada.

 

El Gobierno presente, contradice sus obligaciones morales ante la sociedad, cuando limita y aun niega la posibilidad de otorgar a sus ciudadanos una formación moral sólida, limitando conscientemente la formación moral y religiosa de los mismos desde su infancia, abocándoles a una vida hedonista de “pan y circo”, evitando la posibilidad del crecimiento de las virtudes humanas y condenándoles a una existencia religiosa y moralmente vacía, carente, por desconocimiento, de principios trascendentes que la dignifiquen.

 

La legislación vigente niega derechos elementales del ser humano, siendo el caso más flagrante y doloroso el del aborto, donde se da la contradicción de que el Estado llega a cubrir completamente los gastos “médicos” que se “derivan” del exterminio de los no natos asesinados “legalmente”, pero se niega a ofrecer la posibilidad de pagar los costes de manutención de esos no natos, en la esperanza de evitar el infanticidio.

 

El Poder fáctico del Estado progresista, intenta instaurar artificiosamente una “Nueva Sociedad” en nuestra sociedad, basada en el hedonismo y en el laicismo, fuentes que desembocan invariablemente en lo que se viene denunciando como “Cultura de la Muerte”, que tiene uno de sus máximos exponentes en la defensa de la eutanasia.

 

Y en consecuencia, quienes defienden la necesidad de concentrar el poder en el estado, en la medida en la que entregan ese poder al Estado, se lo están arrebatando a la sociedad, dejando a esta y a los individuos que la forman, cada vez más limitada, más postrada y más incapaz de reaccionar ante las siguientes acometidas de dicho Estado.

 

El Estado moderno es consciente que la Iglesia siempre actuará como un contra poder, denunciando sistemáticamente los abusos que cometa en contra de la sociedad. La Iglesia propiciará en la medida de sus posibilidades el desarrollo integral de las personas y defenderá la libertad de acción de las mismas, como un Don inherente e irrenunciable de todo hombre o mujer. Por ello tratará de impedir que se escuche la voz de la Iglesia o, en su defecto, intentará desacreditarla.

 

En consecuencia, las fuerzas vivas de la sociedad civil deben de organizarse y actuar, siendo misión de los laicos defender nuestros derechos y evitar que sean pisoteados una y otra vez.

 Encontraremos en la Doctrina Social de la Iglesia Católica y en el Derecho Natural que se deriva de la Ley Natural, las armas doctrinales que necesitamos para defender nuestra sociedad, una sociedad que hemos heredado de nuestros antepasados y que hemos de defender y ennoblecer para poder algún día legarla con orgullo a nuestros hijos.

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